¿De quién es la culpa?

“Más importante que es el saber estar es el saber ser”

Quibiro Güey

Se ha instalado en el ambiente una predisposición compulsiva por parte de todos a echar la culpa a otros de aquello que ocurre. Una facilidad enfermiza para tirar balones fuera, empecinándonos en mirar constantemente la paja en el ojo ajeno.

Los sindicatos culpan  a los empresarios, los políticos se acusan entre sí, señalamos a los bancos, los dirigentes, la administración. Mourinho ataca a los árbitros, a la federación, la FIFA, la UEFA…hasta a UNICEF. Increpamos al mundo y nos lamentamos de la actual situación apuntando con nuestro dedo acusador hacia todo bicho viviente que tenga la más mínima influencia en la actual coyuntura y en nuestro devenir diario.

LA CADENA DE DECISIONES

El éxito o el fracaso, siempre relativos ambos, depende de una cadena de decisiones concatenadas que han influido decisivamente en nuestra situación actual. Decisiones que han ido dejando una serie de huellas en la arena que marcan nuestro camino y explican el lugar en el cual nos encontramos.

Sin lugar  a dudas la vida, a veces, pone zancadillas y en ocasiones golpea con fuerza haciendo difícil continuar. Pero incluso en estas situaciones, nos encontramos con ejemplos de personas que son capaces de levantar la cabeza y continuar andando. Sin reproches, sin cuentas pendientes, sin lamentaciones, sólo con la fe en uno mismo y la capacidad de encender velas cuando algunos continúan maldiciendo la oscuridad.

LA SUERTE

En momentos puntuales y en casos de causa mayor el azar puede ser determinante, ante determinados hechos vitales que condicionan o tristemente concluyen una trayectoria. Pero en general la suerte se valora en función de esa sucesión de decisiones que comentaba anteriormente y a lo largo de los años otros factores como la constancia, la preparación, la motivación, la honestidad o la proactividad adquieren una importancia superior que determina el lugar que cada uno ocupa. Por tanto, a mi modo de ver, la suerte consiste en generar el marco adecuado para alcanzar resultados idóneos.

Sería pretencioso pensar que todos los astros del universo se alinean para amargarle la vida a nadie. Y me resulta curioso creer que el mal fario depende de derramar la sal o de pasar por debajo de una escalera. Entonces, desde mi humilde punto de vista, tengo la convicción de que es más rentable reflexionar sobre esa serie de decisiones tomadas con antelación para analizar las causas de nuestra actual situación. Con capacidad de autocrítica para aprender de nuestros errores y actuar en consecuencia.

PREGUNTAS Y RESPUESTAS

Si meditamos sobre distintas cuestiones hallaremos la mayoría de las respuestas:

  • ¿Cuáles fueron mis decisiones previas? ¿Fueron acertadas?
  • ¿Qué consecuencias tuvieron?
  • ¿Valoré los posibles escenarios y mi forma de actuar frente a ellos?
  • ¿Qué estoy haciendo para revertir la actual situación? ¿Tengo un Plan de acción?
  • ¿Me he puesto ya en marcha?

A pesar de todo ello sigue siendo más cómodo y sencillo pensar que son otros los culpables. Que son otros los que mueven nuestros hilos y por tanto es cuestión de dejarse llevar.

Las biografías contrastadas de personajes ilustres nos enseñan que detrás de la fachada hay cientos de horas de esfuerzo y dedicación, tiempos de preparación, grandes dosis de automotivación  y una continúa adaptación al cambio. Personas que se rebelan continuamente contra su propio destino, tomando decisiones incomodas pero necesarias para ser coherentes con ellos mismos.

TODO CAMBIA

Nada permanece inmutable. Se modifica el entorno y cambiamos nosotros  mismos. Los años, las experiencias, nuestro pequeño mundo… todo evoluciona por lo que es fundamental cambiar con ello. Pero todavía hay algo que tiene más importancia, la habilidad de algunas personas para generar el cambio, para mejorar su pequeño entorno y hacer mejores a aquellos que les rodean. Para ser fuentes de inspiración y manantiales de energía positiva porque más importante que el saber estar es el saber ser. Y todavía más importante es el saber inspirar. La capacidad de impregnar de optimismo y de vida nuestro pequeño mundo.

Porque para que cambien las cosas primero debemos cambiar nosotros y aquí sólo hay un culpable…

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