«Todo el universo visible es un vivero de imágenes y símbolos a los que la imaginación da un puesto y un valor relativos.»
Charles Baudelaire
A continuación les contaré una graciosa e imaginativa historia que me envió un alumno hace unos días y que me sirve para ilustrar el siguiente artículo.
La narración corrobora la frase de Albert Einstein en la que plantea que en momentos de crisis la imaginación es más importante que el conocimiento.
Nuestra historia se origina en un examen de termodinámica en la facultad de físicas, donde el profesor plantea una curiosa prueba de evaluación a sus alumnos que constaba de una única pregunta:
«¿Es el Infierno exotérmico (emite calor) o es endotérmico (absorbe calor)? Justifica tu respuesta.»
La mayor parte de los estudiantes escribieron su respuesta basándose en la Ley de Boyle (el gas se enfría cuando se expande y se calienta cuando se comprime) o alguna variante.
Un estudiante (el perro verde) sin embargo, responde lo siguiente:
«Primero, necesitamos saber cómo varía en el tiempo la masa del Infierno. Así, necesitamos saber la frecuencia con la que las almas entran en él y la frecuencia con la que salen. Opino que podemos asumir sin ninguna duda que, una vez que un alma ha entrado en el Infierno, ya no sale nunca más.
Así pues, no hay frecuencia de salida. Para calcular cuántas almas entran en el Infierno, tengamos en cuenta las distintas religiones que existen hoy en día en el mundo. Algunas de estas religiones afirman que, si no eres miembro de ella, irás al Infierno. Debido a que hay más de una de estas religiones y teniendo en cuenta que una persona no pertenece a más de una religión al mismo tiempo, podemos afirmar que toda la gente y todas sus almas van al Infierno. Con las tasas de natalidad y mortalidad llegamos a la conclusión de que el número de almas que ingresan en el Infierno crece exponencialmente.
Ahora miramos la variación del volumen del Infierno, ya que la Ley de Boyle establece que, para que la temperatura y la presión en el Infierno permanezcan invariables, el volumen de éste se tiene que expandir según se van añadiendo almas. Esto nos da dos posibilidades:
1- Si el Infierno se expande a una velocidad más baja que la frecuencia a la que entran las almas, entonces la temperatura y la presión en el Infierno se incrementarán hasta que éste reviente.
2- Por supuesto, si el Infierno se expande a una velocidad mayor que la frecuencia de entrada de almas, entonces la temperatura y la presión caerán hasta que éste se congele.
Así pues, ¿cuál es la conclusión? Si aceptamos el postulado que enunció mi compañera Rocío López en el primer año de carrera y que decía algo así como: «El Infierno se congelará antes que yo me acueste contigo», y dado el hecho que todavía no lo he conseguido, entonces el enunciado número 2 no puede ser cierto así que la respuesta es:
EL INFIERNO ES EXOTÉRMICO»
Dicen que el profesor puntuó la prueba con Matrícula de Honor.
LO RARO, LO DIFERENTE, LO EXTRAORDINARIO
La sabiduría popular suele decir: “Eres más raro que un perro verde” y en una sociedad de clones, de individuos hechos con un mismo molde, de productos iguales la clave está en la diferencia, lo original… los perros verdes. Aquellos que pasan de ser meros espectadores a convertirse en protagonistas, aunque a veces parezcan bichos raros. Recuerdo haber leído en el libro de Xavier Moret, “el bulli desde dentro” que en los primeros tiempos a Ferran Adriá y a Juli Soler los llamaban los hippies de la cala Montjoy.
Los mercados nos dicen que es muy complicado vender un producto medio, a un precio medio y para un Cliente medio. Los consumidores buscan el “low cost” o la diferencia. Se trata de mercados integristas donde el éxito vive en los extremos.
Para obtener nuestro “perro verde” debemos ser “perros verdes” y eso implica riesgo, conocimiento, creatividad y mucha constancia. Requiere grandes dosis de asertividad y valentía, a veces contracorriente. Romper esquemas con una fe tremenda en nosotros mismos y en nuestro proyecto. Dotes de liderazgo que permitan aglutinar esfuerzos y aunar voluntades.
Convivir y vencer el miedo al que dirán y gestionar el fracaso como un paso más hacia el éxito. Comprender la relatividad de este éxito y entender que el más grande de los éxitos es estar en paz con uno mismo.
En un mundo 2.0 se amplían las opciones para conseguir nuestros objetivos, disponemos de herramientas que antes sólo estaban al alcance de las grandes empresas y se abre un mundo de posibilidades y oportunidades para los que tengan el olfato suficiente para detectarlas. Para aquellos intrépidos que sean capaces de destacar entre la jauría.
Piense que muchos de los personajes que admiramos, de los productos que han marcado época, de empresas que hoy son referencia, en su momento fueron “perros verdes”…
“Ayer puse el sol a remojo, quise volver a ser el perro verde, hoy tengo los ojitos rojos, estuve bailando con la mala suerte…”
K. Romero
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