
Sentado aquí en esta atalaya, abrazada por las montañas, echo la vista atrás y oteo, en un horizonte cada vez más lejano, ese cúmulo nervioso de hilos que van tejiendo el traje que portamos. Un abanico heterogéneo de genes, recuerdos y esperanzas que horadan la senda que guía nuestros pasos. Vivir es caminar aprendiendo a morir, entender que si no somos capaces de soltar lastre nos hundimos y comprender que los sueños son los anclajes que nos sostienen para evitar que nos empuje la corriente de la indiferencia.
He abierto ya muchas puertas y cerrado algunas, donde antes había certezas ahora hay un amasijo de incertidumbre que cosquillea la sien y me devuelve continuos interrogantes. Es precisamente en esa duda, en la fragilidad de lo desconocido, donde reside la belleza más auténtica de estar vivo. No me pesa tanto lo que desconozco como lo que no me atreví a descubrir, lo que dejé pasar por miedo a equivocarme o a perder el equilibrio precario en el que todos vivimos.
Desde estos 50 ladrillos, miro con ternura al niño que fui, con sus impulsos incontenibles y su sed insaciable de respuestas inmediatas. En ocasiones, me apiado del hombre en que me he convertido, sumido a veces en los laberintos de la frustración que trata de regresar a Ítaca para volver a tensar el arco y escuchar el silbido de las flechas tarareando nuevas albadas guerreras.
Ahora, soy consciente de que algunas preguntas deben quedar abiertas porque su misterio es combustible para seguir avanzando, para continuar buscando un sentido que quizás nunca se llegue a desvelar. Esa eterna incógnita es la energía que nos estimula a seguir avanzando, a saber más..
Aprendí a apreciar los palos recibidos. Con ellos, una cabaña construí en ese bosque frondoso que estrangula los rayos del sol. Cuesta entender las cosasy sigo tropezando en esa misma piedra que da forma al camino, pero de vez en cuando admiro las cicatrices, mapas en la piel que me permiten escapar de las cárceles de lo banal. Cada golpe fue una oportunidad de despertar, cada tropiezo una ocasión para levantarme más consciente y decidido.
Los que no fuimos nativos en nada seguimos abriendo puertas con la resiliencia, adaptabilidad y la curiosidad del pionero, con esa mágica perspectiva que aporta lo vivido y la esperanza vital de que el camino nos regale más frutos y menos piedras.
Salud, amor y mucha vida
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