El poder de las creencias: Hikari Oe

El poder de las creencias

El poder de las creencias

Hikari Oe: Una historia maravillosa que certifica que lo que realmente nos limita no son las capacidades sino las creencias. Mis interruptores personales se nutren de historias de superación. Narraciones inspiradoras que predisponen a una actitud positiva, la cual posibilita el comportamiento adecuado para alcanzar determinados objetivos.

Uno de mis relatos favoritos comienza en el lejano Japón a principios de los años 60. En aquella época, el joven matrimonio Oe esperaba el nacimiento de su primer hijo.

El neonato nacería en 1963 con una grave hidrocefalia, un peligroso trastorno que exigía una complicada operación para mantener al pequeño con vida. Era preciso tener en cuenta que la difícil intervención, en un escenario optimista, le dejaría daños cerebrales irreversibles.

El poder de las creencias: Una historia maravillosa

En contra de las opiniones médicas, que no aconsejaban el proceso quirúrgico, el matrimonio decidió seguir adelante con la operación. La madre, Yukari Itami, había manifestado que no dejaría morir a su único hijo y el padre, Kenzaburo, cambió su intención tras conocer, de primera mano como periodista, las historias de los médicos que trataban a los pacientes víctimas de la radiación en Hiroshima. La perseverancia y motivación de estos facultativos había conseguido resultados asombrosos. Como es sabido, el bebé sobrevivió aunque con lesiones cerebrales permanentes, autismo, epilepsia, problemas de visión y limitaciones en el movimiento.

Años después, paseando cerca de su casa, sus padres se sorprendieron al observar cómo la atención de Hikari se centraba en el sonido de los pájaros. A raíz de esta anécdota, Kenzaburo le regaló un disco a su hijo en el cuál podía escucharse el cantar de aves y un narrador que los identificaba. Pasado un tiempo, el pequeño pronunció su primera palabra, avutarda, había reconocido el sonido del animal tras memorizar la cantinela de todos aquellos pájaros que aparecían en la audición.

Esta predisposición de Hikari para apreciar toda esa sonoridad, hizo que el matrimonio Oe contratara a la profesora de piano Kumiko Tamura. Gracias al curioso interés del alumno, Kumiko empezó por mostrarle sencillas melodías para luego enseñarle solfeo y explorar todo el universo de sonidos que llevaba dentro. Los sorprendentes progresos del niño hicieron que la señorita Tamura centrara toda su atención docente en aquel alumno que, tras diecisiete años de aprendizaje, componía maravillosas piezas en las que mostraba al mundo una sensibilidad fuera de lo común. Excelentes composiciones que captaron la atención de una antigua alumna de la maestra, la célebre pianista Akiko Ebi, que decidió grabar un disco con todo aquel material.

El premio Nobel

Durante el año 1994, la pianista argentina Martha Argerich y el violonchelista ruso Mstislav Rostropovich, en un concierto en Japón, interpretaron una breve composición de un desconocido intérprete nipón que dejó impresionado al público asistente. Una melodía entrañable y hermosa que te acariciaba mientras la escuchabas. Un puñado de bellas notas con las que Hikari Oe había encontrado su fórmula ideal para comunicarse con su entorno. Ese mismo año, Kenzaburo Oe era galardonado con el Premio Nobel de Literatura.

El escritor japonés siempre ha reconocido, como algo fundamental en su éxito, la influencia clave de la discapacidad de su primogénito en su obra, con la que ha pretendido darle voz, tratar de comprenderlo y conocerse a sí mismo a través de él. Su hijo, tras múltiples dificultades y un tremendo esfuerzo, es, hoy por hoy, un compositor de renombre con varios discos en su haber y un ejemplo de superación y coraje.

Extraigo de la historia de Hikari Oe una serie de enseñanzas que les muestro a continuación:

  • Lo que realmente es limitante no son las capacidades, habilidades o competencias, sino las creencias.
  • Es fundamental centrarnos en aquello que poseemos y no en lo que nos falta.
  • En la vida nos encontramos con personas que aportan mucho más de lo que pensamos si somos capaces de conseguir que se integren y participen.

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