Resiliencia

La resiliencia es la capacidad que poseemos para adecuarnos favorablemente a las situaciones adversas que se nos presentan y salir reforzados de las mismas. Proviene del término latino «resilio» que significa volver atrás o rebotar.

Gestionar la adversidad es esperar lo mejor pero prepararse siempre para lo peor, pensar en posibles escenarios y reflexionar sobre lo inesperado. Comprender que el devenir está repleto de inconvenientes y percances que es preciso superar.

Ante la fatalidad, hay personas que se ablandan como las patatas en agua hirviendo, otras se endurecen como el huevo y algunas proporcionan más fuerza a aquellos que les rodean, llenando sus días de sentido y alegría como el café que se diluye en el líquido elemento. Estas últimas son las mejores, aquellas que aportan energía y hacen brillar a otros incluso en las condiciones más extremas.

El vocablo aragonés «no reblar» implica convivir con la adversidad, comprender que la piedra en el camino no es un obstáculo en el mismo, es el propio camino. Es aceptar la derrota como una preciosa elección que nos otorga el destino para coger impulso y salir reforzados.

Abrazar la desilusión como una posibilidad real que nos debe hacer gozar todavía más de nuestro viaje. Uno de nuestros filósofos más sobresalientes, José Ortega y Gasset, dijo lo siguiente: «Yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella, no me salvo yo», aludiendo a que la realidad que nos envuelve forma la otra mitad de cada persona.

En mi opinión, cada uno lidiamos con las circunstancias que nos ha tocado vivir y debemos tratar de desenvolvernos entre ellas con la máxima dignidad. Nuestro objetivo es disfrutar y trascender, dejar esto un poco mejor de cómo lo encontramos cuando nos toque partir. Como dice el propio Ortega: «Algunas personas se enfocan en su vida de modo que viven con entremeses y guarniciones, el plato principal nunca lo conocen».

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