Una maravillosa epopeya de compañerismo, perseverancia y sacrificio

Los Juegos Olímpicos de Berlín y la indignación del Führer

Perseverancia y sacrificio. En tiempos duros y complejos se desarrollan historias maravillosas que conquistan el corazón de la gente porque se convierten en un ejemplo de constancia, resiliencia y colaboración.

Allá por el año 1933, en un vetusto hangar de Seattle, la Universidad de Washington ofertó la posibilidad de formar parte de su equipo de remo. El país estaba inmerso en la Gran Depresión y para muchos jóvenes se presentaba una oportunidad única para coger aire y afrontar el futuro con garantías.

Los nueve elegidos

A la llamada universitaria, iban a llegar muchos candidatos a los que la coyuntura económica había castigado con fuerza. De todos ellos, nueve elegidos, acostumbrados a la adversidad y al sufrimiento, iban a ser seleccionados para formar parte de una tripulación de leyenda: Joe Rantz, un joven de Spokane que había dormido en la calle, Don Hume, George Hunt, James B. McMillin, John G. de White, Gordon B. Adam, Dia Charles, Roger Morris y Robert G. Moch, de origen judío. Este último como timonel del “Husky Clipper”, una embarcación mítica que había sido construida por George Pocock utilizando viejas técnicas indias.

“Los buenos pensamientos tienen mucho que ver con el buen remo. No basta con que los músculos de un equipo trabajen al unísono; la mente y el corazón de los remeros también tienen que funcionar como uno solo”

George Yeoman Pocock (1891 – 1976) diseñador y constructor de botes de carreras.

El entrenador Al Ulbrickson sería el encargado de convertir a aquellos chavales deslavazados, hijos de la gran depresión, en un solo hombre, en una sinfonía de movimiento perfecta que volará sobre el agua. Un puñado de chicos que dieron la gran sorpresa, superando a los potentes equipos de la Costa Oeste, y en 1936 logrando el campeonato nacional, hito que les daba derecho a representar al país en los JJOO de Berlín.

Los Juegos Olímpicos de Berlín y la indignación del Führer

Tras múltiples peripecias, tuvieron que realizar una campaña de recogida de fondos para financiar su viaje a Europa, aquellos jóvenes aguerridos esperaban en el canal de Grünau para disputar la final olímpica de remo. Impacientes, aguardaban la salida alojados en la calle más cercana al graderío, ocupado por más de 70.000 alemanes. Toda la parafernalia nazi estaba preparada para que el «Führer», acompañado de Joseph Goebbels y otros dirigentes del partido, se congratulara con la victoria del equipo alemán. Una prueba que Leni Riefenstahl inmortalizaría en su documental Olympia, pleno de perseverancia y sacrificio.

Con la adversidad de compañera de viaje, en un ruidoso escenario de película épica, el equipo norteamericano no escuchó la salida y el “Husky Clipper” comenzó a recorrer con retraso los 2.000 metros que les separaban de la gloria. La victoria parecía muy lejana. Los atletas estadounidenses navegaban en la cola del pelotón, mediada la regata, y la fiebre de Don Hume, mermado por una bronquitis, hacía más difícil la recuperación.

Pero de repente, como por arte de magia, los kilómetros recorridos bajo el frío y la humedad, la rabia contenida de los hijos de la gran crisis, el hambre y las penurias vividas, el desarraigo y el dolor de una generación perdida, se transformaron en una danza perfecta sobre las agua teutonas. La maravillosa embarcación, acariciando el manto líquido del canal de Grünau, comenzó a remontar posiciones. En los últimos metros, los nueve valientes, a golpe de paladas perfectas, se colaban en una fiesta a la que no habían sido invitados. Un evento exclusivo, limitado a los alemanes e italianos que habían sido favorecidos por la organización, circulando por las mejores calles.

Perseverancia y sacrificio

Con seis décimas de ventaja sobre la escuadra mediterránea, los ocho remeros de la Universidad de Washington se hicieron con el metal más preciado, ante la incredulidad del numeroso público asistente y la indignación de Adolf Hitler.

Una maravillosa epopeya de compañerismo, perseverancia y sacrificio, que junto a los cuatro oros del afroamericano Jesse Owens, hicieron trizas las falacias de superioridad aria promovidas por el gobierno nazi.

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